Podría haber esquivado todos tus puñales directos a mi pulmón izquierdo, pero decidí ser la suela de tus zapatos para no separarme jamás de ti, para no dejar que mis manos parasen de bailar sobre el carro de tu cuerpo, me he entretenido en pegarle bocados a la vida, en actuar como la payasa, en querer ese diamante brillante, pero duro, sin posibilidad de raspar...y ahora te digo que me has pulido tanto que no queda más que polvo de talco entre tus párpados. Te quise a mi lado por si sufría avería...pero hoy soy el rival más débil dentro de mis pantalones...ahora voy en busca de aire, no quiero que vengan manos a cobrarme, me quedo en el festín de mi incertidumbre, con las cicatrices curadas y que tanto me gusta lamer. El tequila con sal y limón es una buena cura...
Cuando el rey de los monos se enteró de dónde moraba el Buda predicando la Enseñanza, corrió hacia él y le dijo: -Señor, me extraña que siendo yo el rey de los monos no hayáis enviado a alguien a buscarme para conocerme. Soy el rey de millares de monos. Tengo un gran poder. El Buda guardó el noble silencio. Sonreía. El rey de los monos se mostraba descaradamente arrogante y fatuo. -No lo dudéis, señor -agregó-, soy el más fuerte, el más rápido, el más resistente y el más diestro. Por eso soy el rey de los monos. Si no lo creéis, ponedme a prueba. No hay nada que no pueda hacer. Si lo deseáis, viajaré al fin del mundo para demostrároslo. El Buda seguía en silencio, pero escuchándolo con atención. El rey de los monos añadió: -Ahora mismo partiré hacia el fin del mundo y luego regresaré de nuevo hasta vos. Y partió. Días y días de viaje. Cruzó mares, desiertos, dunas, bosques, montañas, canales, estepas, lagos, llanuras, valles... Finalmente, llegó a un lugar en el que se encontró con cin